Busqué mi ropa preferida, que consistía en un pantalón corto y una sudadera de un concierto que decía a gritos "Marea". Corrí escaleras abajo con el libro que me estaba leyendo en ese momento y me preparé un café solo, un "americano" de esos que dicen.
Mi sillón estaba esperándome ya en la habitación contigua junto a los grandes cristales de la puertecela del salón. Desde allí una simple chica observaba la ciudad bajo esas tremendas nubes, disfrutando de un buen libro, del sabor del café y del sonido de la lluvia hasta que el sol consiguió calmar la tormenta.
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