12 de octubre de 2012


Paseaba por las aceras de las calles que a cada paso parecían más abandonadas. Las fábricas ruinosas envolvían su vista, y ella desorientada seguía andando por cualquier sitio en el que no pensaran buscarla. 


Saltaba verjas, atravesaba pasajes oscuros con graffitis amenazantes en sus muros, subía viejas escaleras temiendo que se derrumbaran y atravesaba enormes explanadas con capas y capas de escombros y chapas oxidadas. 


De vez en cuando paraba y se preguntaba qué hacía allí, pero se negaba a responder esa pregunta. Seguío trazando su camino invisible mientras que las oscuras nubes cubrían la ciudad. Ante ella se alzó como  irreal espejismo un destartalado depósito de agua, que parecía susurrar su nombre. Se apresuró a llegar a lo alto del todo, trepando por las escaleras con agilidad.


Allí arriba le faltaba el aire. Contempló la maravillosa escena desde ése estrecho pasillito que bordeaba la torre: el espectáculo de truenos y relámpagos no tardó en empezar, desordenando la habitual tranquilidad del cielo y tiñéndolo de aquel negro amargo.


Decidió subir a la valla que la separaba de una caída segura. Tentaba a la suerte, jugaba con el maldito destino. Cerró los ojos. Se preguntó si en ese momento, ella se sentía simplemente bien.
Como respuesta, el viento le regaló un empujoncito, la lluvia bailó con sus pies y la gravedad se puso en su contra.


Murmuró un tierno adiós, sonrió por última vez.

1 comentario:

  1. Un grato texto. Recibe un cordial saludo dese
    Colombia.

    Hace algún tiempo manejaba el Blog de Seducidos, ahora uso otro y te invito a pasar por el cuando gustes:

    http://pienso-discurro.blogspot.com

    ResponderEliminar